jueves, 19 de junio de 2014

Nuestra vergüenza también mata


Por. Iván Pavletich Meza


Así como muchas veces las mujeres son, lamentablemente, las primeras en reproducir conductas y pre conceptos machistas dentro de sus familias o espacios de socialización; es posible que también muchos gays y lesbianas tengamos parte de la responsabilidad, inconsciente o consciente, en el fortalecimiento de una sociedad homofóbica. 

Evidentemente está afirmación podría resultar injusta ya que muchas personas de la comunidad hemos vivido en un entorno opresivo, agresivo, atemorizante, que nos enseña a sentirnos disminuidos a causa de nuestra orientación o identidad. Pedirle, por ejemplo, a un adolescente homosexual con carencia de oportunidades y rodeado de una familia homofóbica que levante la cara y se enfrente al mundo evidentemente es difícil. Y se entiende que este adolescente crezca con un caparazón que lo invisibilice o una máscara que le ayude a evitar la realidad. 

Sin embargo,hay muchos otros gays y lesbianas que han tenido el privilegio (aveces luego de un largo camino) de acceder a educación o de ser independientes económicamente o tener una familia que los respalde o tan solo han aprendido como amarse plenamente. Para esas personas, en esta sociedad que requiere tanto de justicia y de verdad, el no tener vergüenza es una responsabilidad moral.

No tener vergüenza, por ejemplo, de incluir una compañera trans en todos los espacios de socialización, no solamente el de nuestro gueto.

No tener vergüenza de enfrentar un insulto homofóbico, de no agachar la cabeza, de no quedarnos con la palabra en la boca.

No tener vergüenza de abrazarnos, de besarnos, de caminar de la mano. 

No tener vergüenza de ir a la Marcha del Orgullo, de ser afeminado, de afirmarnos como maricones.

Son muchos los gays y lesbianas que ensus entornos familiares y laborales crean una personalidad paralela en donde buscan evitar a toda costa revelar su sexualidad, evaden preguntas, inventan pantallas, niegan amistades y hasta ocultan parejas. Lo ya lamentable y patético es cuando se comen el discurso y empiezan a condenar el “escándalo”, a distanciarse de todo lo que los visibiliza o a ridiculizar a todo aquel que tiene la valentía que ellos carecen. 

Es ahí donde los gays y lesbianas socialmente empoderados nos volvemos los peores conspiradores. En  lugar de apoyarnos, en lugar de liberarnos, nos volvemos más pequeños y contribuimos a debilitar la exigencia de nuestros derechos, a crear una sociedad reprimida, contenida en el miedo.

Me solidarizo con todo aquel gay, lesbiana y trans que ha sufrido cualquier tipo de violencia. Lo he vivido en carne propia y se la rabia de sentirse agredido por algo totalmente inocuo y hasta inocente y puro, como un beso en público.

Si no nos levantamos del piso y enfrentamos al agresor, sino miramos a los ojos y respondemos con la verdad, si no defendemos nuestros derechos con la frente en alto, nadie lo hará por nosotros. La vergüenza también es discriminación.



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